Abandonada en el desierto de Ocucaje
Abandonada en el desierto de Ocucaje

Pues sí. En el desierto, desierto, no estaba, pero casi.

Había una carretera. Pero por esa carretera hacía muchas horas que no pasaba nadie.

Era la Panamericana.

Nos quedamos atrapados, entre la ciudad de Ica y la pequeña población de Ocucaje. Era imposible transitar en automóvil. Las barricadas impedían la circulación de cualquier vehículo, y menos a nuestro autobús.

Abandonada en la soledad de la panamericana

Abandonada en la soledad de la panamericana.

Los agricultores del lugar habían empezado una “guerra” contra el gobierno, por la bajada de los precios del algodón.

Cuando salimos de Ica ya tuvimos problemas para llegar a nuestro destino, pero con el paso de las horas la cosa se agravó.

Cuando estás trabajando, el tiempo es oro. Nos quedaba mucho rodaje por delante y nuestra salida hacia Chile estaba próxima.

Llegada del helicóptero en plena carretera panamericana

Llegada del helicóptero en plena carretera panamericana.

La única solución que pudimos encontrar fue contratar un helicóptero. No había tiempo que perder.

En total éramos diez personas, incluyendo el chofer del minibús. El se quedaría hasta que las carreteras estuvieran libres.

El problema no eran las personas, sino el material que teníamos que transportar.

Se decidió que el helicóptero nos recogiera en la Panamericana, y hasta ese lugar nos trasladamos a primeras horas de la tarde.

Juanjo, el cámara y el director de sonido tenían que trasladarse hasta Paracas, para hacer una presentación en el Candelabro. Ellos fueron los primeros.

A continuación salieron el realizador y el director de fotografía y parte del material.

En ese momento nos enteramos que el helicóptero no podía regresar a recogernos.

La panamericana atravesando el desierto de Ocucaje

La panamericana atravesando el desierto de Ocucaje.

Por razones de seguridad no podía volar de noche, y ya estaba anocheciendo.

Así que nos quedamos Iván, el fotógrafo, Hernán, nuestro guía, y yo. En medio de la nada.

Regresamos a Ocucaje y desde allí intentamos buscar una salida. La distancia no era más de 40 kms.

Hacía las once de la noche encontramos una persona que tenía un todo terreno. Conocía bien la zona, y por una cantidad de dinero nos podía llevar hasta la ciudad de Ica.

Dunas de Ocucaje (Perú)

Dunas de Ocucaje (Perú).

Iríamos por veredas. Tenía un riesgo porque los algodoneros estaban dispuestos a cortar todos los caminos posibles. A lo lejos veíamos el resplandor de las hogueras, había barricadas por todas partes.

Como nuestro chofer, mucha gente conocía esos “atajos”, y aprovechando la oscuridad se pusieron en marcha. Aquello parecía la Gran Vía en hora punta.

Nosotros teníamos mucha suerte con nuestro vehículo, dejamos atrás cantidad de coches atrapados en los arenales, el desastre era total.

Nos salieron al camino hombres armados con grandes machetes intentando detenernos, pero nuestro conductor era valiente y, por lo visto, acostumbrado a esos menesteres.

Estaba amaneciendo cuando llegamos al Hotel Las Dunas en Ica.

Nuestros compañeros hacía horas que no sabían nada de nosotros, pero allí estaban, esperándonos.

La aventura acabó bien, pero el mal trago fue largo…

Con algunos de los nietos de Basilio Uchuya, en la aldea de Ocucaje (Foto: J.J. Benítez)

Con algunos de los nietos de Basilio Uchuya, en la aldea de Ocucaje (Foto: J.J. Benítez)

 

J.J. Benítez

Blanca

En la vida de una persona ocurren, de vez en cuando, algunos hechos, que después de los años, al recordarlos, te hacen sonreír y, en cierto modo, añorar esos días pasados.

Esas anécdotas puntuales son las que me gustaría compartir con vosotros, y si tengo la suerte de haceros sonreír unos segundos, pues perfecto.
Son historias reales y sencillas, pero que han marcado un momento, que recuerdo con cariño. No tienen orden cronológico y van pasando como etapas superadas de mi vida, gracias a mi compañero de viaje y aventuras, en el que confío con todo mi corazón.

Gracias Juanjo.

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